viernes, 15 de agosto de 2014

De entre los juncos apareció ella. Esbelta, cimbreándose con la misma elegancia que la vegetación. Sus pequeños pechos desnudos resplandecían bajo la luna y su pelo reflejaba la nívea luz lunar. Sus largas piernas se movían con la elegancia de un felino y sus brazos apartaban los juncos mientras se acercaba. Mi corazón latía al ritmo de sus pisadas y mis ojos no podían apartar la mirada de tan bella criatura.

Y justo en el momento en que mis manos iban a rozarle,      se desvaneció. 

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