
Esa misma noche, mientras la fierecilla dormía, él recompuso su cuerpo, no durmió nada para desaparecer al alba y no volver jamás.
Hay quien cree que el mundo no es para los débiles, pero lo que tal vez desconocen es que el robusto y arrogante roble parte ante el fuerte viento, mientras que el insignificante junco resiste al huracán más potente.
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